dilluns, de febrer 15, 2010

Queremos tanto a Julio

cortazar

Y si hubieras llegado a leer en los diarios -esa afición que ya tenías en el grado de adicción- la noticia de la norteamericana que pidió por los servicios eróticos de Internet a un hombre que la torturara, en el amor, hasta la muerte, me habrías mirado con complicidad y me habrías dicho: "Esa historia escribila vos", porque las historias tienen dueño, tienen destinatarios, las historias y la realidad se mezclan, vos decías: "Nadie puede saber dónde acaba la realidad y empieza la fantasía", límite, frontera que te gustaba tanto cruzar en tus relatos, "pero en la vida hay que tener cuidado -decías-, porque si no, se puede acabar como el Tito Monterroso". "¿Cómo acabó el Tito Monterroso?", podía preguntarle un lector, un admirador ingenuo. Entonces, con mucha seriedad, Julio contestaba: "El Tito terminó escribiendo: 'Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí', cuento que nadie entiende. Y el primero que no lo entiende soy yo". Y el lector o el admirador ingenuo se quedaba sin saber si Julio le estaba tomando el pelo a Tito, o a él o al dinosaurio. Sin contar con que los dinosaurios eran los animales favoritos de Cortázar -¿tengo que decir que también los míos? Coincidencia que nos valió sonoras carcajadas y numerosos envíos, desde distintas partes del mundo, de libros, maquetas, inflables e información sobre dinosaurios-, mucho antes de que Spielberg los descubriera.

Cristina Peri Rossi

2 comentaris:

Anònim ha dit...

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Anònim ha dit...

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